Nacemos indiferenciados. En una especie de maroma simbiótico entre
nosotros y el medio. Indiferenciados. Lenta y paulatinamente nuestra
madre va poniéndole nombres a las cosas. Incluso a nosotros. Se va
armando paulatinamente (el proceso es largo, no me detengo ni en eso ni
en tecnicismos), en virtud a esa separatividad
necesaria y operativa, la idea de unicidad, o sea el Ego o el Yo, en
oposición a eso otro externo que es el Tú y lo otro.
Entramos
en la binariedad de la encarnación (lo dual naciendo a partir de esta
partición Yo-Tú, bueno, malo, dios-diablo, etc, etc.) . Y empezamos a
cargar a nuestro yo cada vez con más significantes que van lo van definiendo .
Soy esto, aquello y lo otro (en oposición a lo que no me define, o sea,
a lo que siento que no soy). Y se va fortaleciendo sanamente nuestro
Ego. Hasta acá, un proceso sano. Si somos rígidos, sonamos. No podemos
llegar a entender que eso que nos define también nos limita a seguir
creciendo y conociéndonos. Ahí se empieza a jugar como necesario
explorar lo que no somos, para entender y asimilar nuestra sombra, pero
en ese terreno no me quiero meter hoy con esta nota.
Quiero
detenerme en otro aspecto. El de la máscara. Esa formación que armamos,
que nos permite entrar con los otros en un juego burgués. La máscara
es como el manual de Protocolo y Ceremonial y el libreto que nos indica
cómo proceder en determinadas situaciones. Es entrar en el encuadre de
las relaciones. O sea, si soy psicóloga, qué lenguaje usar en mi
encuentro con un paciente, cómo preparar el entorno adecuado
(consultorio), qué clase de ropa ponerme para ese encuentro, qué tipo de
acercamiento o distancia poner ante el otro paciente, qué decir, qué
se espera que diga o que haga, etc., etc.
Esto está bien
en tanto la máscara no se me pegue a la piel como en el cuento de
Fisher, El Caballero de la Armadura Oxidada (1). Entonces mi ego estará tan
estratificado en ese rol que no podré ser la artista, o la amiga, o la
novia, o la amante, o la hija, o la madre, o la nena que juega. Seré
las 24 hs la psicóloga. Y no podré integrar otros personajes para
sacarlos a la luz y darles la pista adecuada en en psiquismo para que
salgan a su turno y se expresen.
Cuando el ego se
estratifica tanto, el riesgo de perderlo se vive como un riesgo de
muerte. Miedo a la muerte, les resuena? A veces nos angustiamos frente al riesgo de muerte del prójimo, pero en las capas subyacentes, el
miedo puede tener esta arista al no mirarnos desde el Sí mismo (lo que
yo llamo Zona Testigo), sino al identificarnos absolutamente con el
Ego, y tememos pedernos al pensar en nuestra propia muerte; a dejar de ser esa identidad que nos proporciona
la Máscara cuando lo único que sentimos es que somos esa Máscara del
ego. Por ejemplo, si me desarrollé como abogado, y fui abogado toda la
vida, cuando me jubile y me corra de ese rol, entraré en una pérdida de
identidad, como si la parte más importante y vital de mí mueriera, haré una depresión, y posiblemente, una crisis de sentido. Porque no supe ver desde la
totalidad de mi Ser que la partecita Abogado era sólo eso.
Beneficios de vivir identificados con la Máscara ?
Ah, sí. Ser excelentes profesionales (o amas de casa, o esposas o madres; depende de la Máscara que haya desarrollado), prácticos por el ejercicio
contínuo y permanente.
Desventajas? Estar condenados solamente a Ser
eso, y no explorar la riqueza de no identificarnos con ese solo
aspecto, o sea, ser testigo de nuestras máscaras, morando en el Sí
mismos.
Otra desventaja o un tipo de termómetro para medir este juego de identificaciones?
Explorar
qué sentimos en la entrega sexual al otro.
Llegamos al orgasmo?
Qué
es el orgasmo?
La petite mort, la pequeña muerte. Muerte de qué? De la
individualidad identificatoria del ego en su máscara. El miedo
consecuente de perder identidad e individualidad. Del "Fall in love", o
sea, caer en el amor.
Hacia qué abismo? De qué agarrarnos si al caer se
desdibuja el Ego y no está esa zona Testigo armada que me sostenga?
Esa
zona que me permite sentirme un SER que no se va a desintegrar si se me
difumina el ego, si siento que muero en ese instante atemporal de fusión despersonalizada con el otro. Es como volver a la fusión simbiótica con esa madre que nos dio origen.
Si es solo sexo de deporte, cada cual es cada cual y
no hay fusión ni entrega. Ni tampoco intensidad de orgasmo. Solo se
llega a una planicie. Tibiamente. Sólo sexodedescarga biológica. De eso no estamos hablando.
Acá un diálogo entre Jung y su amante, paciente, discípula que devela parte del misterio:
Diálogo entre Jung y Juffroliw Spielrein (29/9/1910- Suiza), extraído de “Un método peligroso (2)”
Jung (él): Explique la analogía que establece entre la pulsión sexual y la pulsión de muerte.
Spielrein (ella): El
profesor Freud afirma que la pulsión sexual nace de una viva necesidad
de placer. Si es cierto, por qué esa necesidad es tan a menudo
reprimida con éxito?
El: Usted solía albergar una teoría sobre el impulso de destrucción y autodestrucción, de perderse.
Ella: Pues
suponiendo que veamos la sexualidad como una pulsión, perderse a sí
mismo, como dice, pero perdiéndose en el otro… en otras palabras,
destruyendo la propia individualidad. No se resistiría automáticamente
el yo a ese impulso como defensa?
El: Por razones egoístas y no sociales.
Ella: Sí. Lo que digo es que tal vez la auténtica sexualidad exija la destrucción del yo.
El: En otras palabras, lo opuesto a lo que sostiene Freud.
……………………
Diálogo entre ella y Freud.
Freud: De verdad cree que la pulsión sexual es una fuerza endemoniada y destructiva?
Ella: Sí,
a la vez que es una fuerza creativa en el sentido de que de la
destrucción de dos individualidades puede producir un nuevo ser pero la
individualidad debe superar siempre su resistencia debido a la
naturaleza autoaniquilante del acto sexual.
Freud: (…) Supongo que debe existir un lazo indisoluble entre el sexo y la muerte….
Para terminar esta nota, pego otra transcripción de la película como resumen de la postura de Jung:
Jung: Debemos
penetrar en territorio desconocido. Volver a las fuentes de todo lo
que creemos. Yo no quiero abrir una puerta y mostrarle al paciente su
enfermedad agazapada ahí como un sapo. Quiero encontrar un método de
ayudar al paciente a reinventarse a sí mismo y encaminarle en un viaje
al final del cual le espera el ser que siempre ha tenido la intención
de ser.
(...)sólo el médico herido puede esperar curar.
(...) Mi amor
por ti ha sido lo más importante que he vivido, para bien o para mal.
Me ha permitido saber quién era yo. A veces hay que hacer algo
imperdonable para poder seguir viviendo. .....
Sacar estos contenidos, verse al espejo. Menuda tarea. Que implica la honestidad de empezar a aceptarse. Como agrega mi colega y amiga, la Profesora María del Carmen Doyharzábal: " Para
algunos dejar la máscara es ir al encuentro de su ser. Encuentro que no le presenta garantía alguna de convertirse en un encuentro feliz. Es
dejar esa imagen perfecta que le da la máscara, para enfrentarse a un
sentimiento real e irreversible, con la
verdad de su vida, obligarse a tener que enfrentarla, a asumir su
existencia. Es decir, arriesgarse a no jugar más a ser “el deseo del
otro” y responsabilizarse –nada más y nada menos - por su propio deseo." Y de la propia vida...
Te animás a aventurarte en este viaje fascinante de Ser vos mismo?
Lic. Claudia Gentile
Psicóloga clínica con orientación junguiana- Grafóloga pública – Astróloga
Terapias psicológicas tendientes a la individuación - Temas de género-
Terapia de parejas - Talleres de autoconocimiento sobre la conformación
de la femineidad - Grupos de reflexión - Grafoterapia.
Terapias presenciales y vía Skype.
mail: grafosintesis@yahoo.com.ar
tel.: 4672-4423 y cel.: 153-343-3665
Skype: usuario: grafosintesis.
(1). Roberto Fisher, El caballero de la armadura oxidada. Enlace al texto en .pdf:
http://hombressinviolencia.org/docs/ARMADURA_OXIDADA.pdf
(2). Film: Un método Peligroso (A
dangerous method)- USA, 2011. Dirigida por David Cronenberg. Una mirada
sobre la intensa relación entre Carl Jung y Sigmund Freud que da a luz
al
psicoanálisis. Protagonizada por: Keira Knightley, Viggo Mortensen. Michael Fassbender, Vincent Cassel.