Blog de Psicología Analítica Junguiana
y Grafología, con artículos, notas, y libros para descargar gratis.
Sobre mí
Lic. Claudia Beatriz Gentile
Soy Lic. en Psicología clínica con orientación junguiana, Grafóloga Pública (Emerson). Soy Astróloga con 20 años de experiencia y ejercicio.
Brindo terapias psicológicas analíticas tendientes a la individuación - Temas de género- Terapia de parejas - Talleres de autoconocimiento sobre la conformación de la femineidad - Grupos de reflexión - Grafoterapia.
Si alguna nota o algún artículo de este espacio te parece útil como para copiarlo en algún otro lugar público, hacelo pero poné por favor, la fuente de donde fue extraído, en este caso agregale el texto que figura a continuación:
Artículo extraído del blog GRAFOSINTESIS, de Claudia Gentile, http://www.grafosintesis.fullblog.com.ar
Nacemos indiferenciados. En una especie de maroma simbiótico entre
nosotros y el medio. Indiferenciados. Lenta y paulatinamente nuestra
madre va poniéndole nombres a las cosas. Incluso a nosotros. Se va
armando paulatinamente (el proceso es largo, no me detengo ni en eso ni
en tecnicismos), en virtud a esa separatividad
necesaria y operativa, la idea de unicidad, o sea el Ego o el Yo, en
oposición a eso otro externo que es el Tú y lo otro.
Entramos
en la binariedad de la encarnación (lo dual naciendo a partir de esta
partición Yo-Tú, bueno, malo, dios-diablo, etc, etc.) . Y empezamos a
cargar a nuestro yo cada vez con más significantes que van lo van definiendo .
Soy esto, aquello y lo otro (en oposición a lo que no me define, o sea,
a lo que siento que no soy). Y se va fortaleciendo sanamente nuestro
Ego. Hasta acá, un proceso sano. Si somos rígidos, sonamos. No podemos
llegar a entender que eso que nos define también nos limita a seguir
creciendo y conociéndonos. Ahí se empieza a jugar como necesario
explorar lo que no somos, para entender y asimilar nuestra sombra, pero
en ese terreno no me quiero meter hoy con esta nota.
Quiero
detenerme en otro aspecto. El de la máscara. Esa formación que armamos,
que nos permite entrar con los otros en un juego burgués. La máscara
es como el manual de Protocolo y Ceremonial y el libreto que nos indica
cómo proceder en determinadas situaciones. Es entrar en el encuadre de
las relaciones. O sea, si soy psicóloga, qué lenguaje usar en mi
encuentro con un paciente, cómo preparar el entorno adecuado
(consultorio), qué clase de ropa ponerme para ese encuentro, qué tipo de
acercamiento o distancia poner ante el otro paciente, qué decir, qué
se espera que diga o que haga, etc., etc.
Esto está bien
en tanto la máscara no se me pegue a la piel como en el cuento de
Fisher, El Caballero de la Armadura Oxidada (1). Entonces mi ego estará tan
estratificado en ese rol que no podré ser la artista, o la amiga, o la
novia, o la amante, o la hija, o la madre, o la nena que juega. Seré
las 24 hs la psicóloga. Y no podré integrar otros personajes para
sacarlos a la luz y darles la pista adecuada en en psiquismo para que
salgan a su turno y se expresen.
Cuando el ego se
estratifica tanto, el riesgo de perderlo se vive como un riesgo de
muerte. Miedo a la muerte, les resuena? A veces nos angustiamos frente al riesgo de muerte del prójimo, pero en las capas subyacentes, el
miedo puede tener esta arista al no mirarnos desde el Sí mismo (lo que
yo llamo Zona Testigo), sino al identificarnos absolutamente con el
Ego, y tememos pedernos al pensar en nuestra propia muerte; a dejar de ser esa identidad que nos proporciona
la Máscara cuando lo único que sentimos es que somos esa Máscara del
ego. Por ejemplo, si me desarrollé como abogado, y fui abogado toda la
vida, cuando me jubile y me corra de ese rol, entraré en una pérdida de
identidad, como si la parte más importante y vital de mí mueriera, haré una depresión, y posiblemente, una crisis de sentido. Porque no supe ver desde la
totalidad de mi Ser que la partecita Abogado era sólo eso.
Beneficios de vivir identificados con la Máscara ?
Ah, sí. Ser excelentes profesionales (o amas de casa, o esposas o madres; depende de la Máscara que haya desarrollado), prácticos por el ejercicio
contínuo y permanente.
Desventajas? Estar condenados solamente a Ser
eso, y no explorar la riqueza de no identificarnos con ese solo
aspecto, o sea, ser testigo de nuestras máscaras, morando en el Sí
mismos.
Otra desventaja o un tipo de termómetro para medir este juego de identificaciones?
Explorar
qué sentimos en la entrega sexual al otro.
Llegamos al orgasmo?
Qué
es el orgasmo?
La petite mort, la pequeña muerte. Muerte de qué? De la
individualidad identificatoria del ego en su máscara. El miedo
consecuente de perder identidad e individualidad. Del "Fall in love", o
sea, caer en el amor.
Hacia qué abismo? De qué agarrarnos si al caer se
desdibuja el Ego y no está esa zona Testigo armada que me sostenga?
Esa
zona que me permite sentirme un SER que no se va a desintegrar si se me
difumina el ego, si siento que muero en ese instante atemporal de fusión despersonalizada con el otro. Es como volver a la fusión simbiótica con esa madre que nos dio origen.
Si es solo sexo de deporte, cada cual es cada cual y
no hay fusión ni entrega. Ni tampoco intensidad de orgasmo. Solo se
llega a una planicie. Tibiamente. Sólo sexodedescarga biológica. De eso no estamos hablando.
Acá un diálogo entre Jung y su amante, paciente, discípula que devela parte del misterio:
Diálogo entre Jung y Juffroliw Spielrein (29/9/1910- Suiza), extraído de “Un método peligroso (2)”
Jung (él): Explique la analogía que establece entre la pulsión sexual y la pulsión de muerte.
Spielrein (ella):El
profesor Freud afirma que la pulsión sexual nace de una viva necesidad
de placer. Si es cierto, por qué esa necesidad es tan a menudo
reprimida con éxito?
El:Usted solía albergar una teoría sobre el impulso de destrucción y autodestrucción, de perderse.
Ella:Pues
suponiendo que veamos la sexualidad como una pulsión, perderse a sí
mismo, como dice, pero perdiéndose en el otro… en otras palabras,
destruyendo la propia individualidad. No se resistiría automáticamente
el yo a ese impulso como defensa?
El: Por razones egoístas y no sociales.
Ella:Sí. Lo que digo es que tal vez la auténtica sexualidad exija la destrucción del yo.
El:En otras palabras, lo opuesto a lo que sostiene Freud.
……………………
Diálogo entre ella y Freud.
Freud: De verdad cree que la pulsión sexual es una fuerza endemoniada y destructiva?
Ella:Sí,
a la vez que es una fuerza creativa en el sentido de que de la
destrucción de dos individualidades puede producir un nuevo ser pero la
individualidad debe superar siempre su resistencia debido a la
naturaleza autoaniquilante del acto sexual.
Freud:(…) Supongo que debe existir un lazo indisoluble entre el sexo y la muerte….
Para terminar esta nota, pego otra transcripción de la película como resumen de la postura de Jung:
Jung: Debemos
penetrar en territorio desconocido. Volver a las fuentes de todo lo
que creemos. Yo no quiero abrir una puerta y mostrarle al paciente su
enfermedad agazapada ahí como un sapo. Quiero encontrar un método de
ayudar al paciente a reinventarse a sí mismo y encaminarle en un viaje
al final del cual le espera el ser que siempre ha tenido la intención
de ser.
(...)sólo el médico herido puede esperar curar.
(...) Mi amor
por ti ha sido lo más importante que he vivido, para bien o para mal.
Me ha permitido saber quién era yo. A veces hay que hacer algo
imperdonable para poder seguir viviendo. .....
Sacar estos contenidos, verse al espejo. Menuda tarea. Que implica la honestidad de empezar a aceptarse. Como agrega mi colega y amiga, la Profesora María del Carmen Doyharzábal: " Para
algunos dejar la máscara es ir al encuentro de su ser. Encuentro que no le presenta garantía alguna de convertirse en un encuentro feliz. Es
dejar esa imagen perfecta que le da la máscara, para enfrentarse a un
sentimiento real e irreversible, con la
verdad de su vida, obligarse a tener que enfrentarla, a asumir su
existencia. Es decir, arriesgarse a no jugar más a ser “el deseo del
otro” y responsabilizarse –nada más y nada menos - por su propio deseo." Y de la propia vida...
Te animás a aventurarte en este viaje fascinante de Ser vos mismo?
Lic. Claudia Gentile
Psicóloga clínica con orientación junguiana- Grafóloga pública – Astróloga
Terapias psicológicas tendientes a la individuación - Temas de género-
Terapia de parejas - Talleres de autoconocimiento sobre la conformación
de la femineidad - Grupos de reflexión - Grafoterapia.
(2). Film: Un método Peligroso (A
dangerous method)- USA, 2011. Dirigida por David Cronenberg. Una mirada
sobre la intensa relación entre Carl Jung y Sigmund Freud que da a luz
al
psicoanálisis. Protagonizada por: Keira Knightley, Viggo Mortensen. Michael Fassbender, Vincent Cassel.
Cuántas veces tras una experiencia
amorosa insatisfactoria o dolorosa, nuestro corazón se cierra para preservarnos
de otra, o quizá si hay algún antecedente previo también infructuoso, nuestra
mente aplica el razonamiento inductivo y termina generalizando un juicio que
sería más o menos así: “TODAS las veces que una se enamora, le va mal”. Y de
ahí a la profecía autocumplida sólo resta un paso: seguir sosteniendo la
creencia. De ese modo, ese fantasma del pasado se proyectará inexorablemente
hacia el futuro y si partimos con miedo, es probable que provoquemos aquello
que queremos evitar en vez de prevenirlo.
Y qué
desolada se ve la vida sin ese permiso de amar, de entregarse a dar y a
recibir! Quizá la clave radique en esa vieja discusión que tenemos con mi
hermana. Ella sostiene que el amor debe ser incondicional y yo, en tanto, lo
planteo de un modo paradojal. Para mí debe ser incondicional en la medida en
que para el otro también lo sea.
Me permito
replantearme este axioma (bendita
posibilidad la humana de crecer, de dialogar y de ir modificando enfoques), y
agrego, con más años de experiencia, que la incondicionalidad del amar no
depende del que recibe esa dación que entrego. Yo la doy, si mi receptor no la
toma, ya está dada. No me retraigo, cambio de objeto en todo caso, pero no dejo
de amar.
Pero en
este devenir de serpiente que transito, la clave en mi vida, como siempre digo
es: ensayo, error, error, error, ensayo, acierto (siendo bastante reduccionista, por
cierto!).
Esta reflexión surge de los dos poemas
que pego a continuación, producto de dos etapas sucesivas, a las que abordé
para su análisis desde una perspectiva astrológico-esotérica. Las analicé como
la integración de los 4 elementos, claves de mi carta natal. Cuatro elementos: dos masculinos y dos femeninos, resumen de
esta labor de integración de lo femenino y lo masculino que comencé a
investigar y a promover en mi programa de radio hace dos años. Lo dual que se va integrando: lo estoico y lo hedonista, lo blando y lo duro, lo activo y lo pasivo. Lo femenino y lo masculino. La integración
de los opuestos, la síntesis de ambos en cada uno, y luego hacia afuera al vincularnos con los
demás.
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Terapias
psicológicas tendientes a la individuación - Temas de género- Terapia
de parejas - Talleres de autoconocimiento sobre la conformación de la
femineidad - Grupos de reflexión - Grafoterapia.
mail: grafosintesis@yahoo.com.ar tel.: 4672-4423 y cel.: 153-343-3665 Skype: usuario: grafosintesis.
Cuántas veces nos sentimos desfallecer cuando notamos su mirada posada en otra mujer? Qué alternativas tenemos? El reproche o recuperarnos como mujeres deseables?
Sofía lo vio mirar a otra mujer. De soslayo. Iba caminando por la calle de la mano de su hombre y pasó una mujer y él la miró. Con cuidado, tratando de disimular, pero Sofía lo notó. Automáticamente siguió la dirección de su mirada para ver bien a quién se dirigía. Pero qué le vio? Si era una mujer de su edad, una mujer como ella. Sin embargo él la miró con esa mirada de interés y deseo que antes era solo para ella. Qué emanaba de esa mujer que atraía su mirada? Sofía se conmocionó. Primero sintió dolor. El dolor de no saberse la única a los ojos de él. Luego el dolor mutó en bronca y no se pudo controlar. Estalló y le recriminó que lo había visto, que se había dado cuenta, que por qué le hacía esto a ella, que había dado su vida por él, por la familia, por la casa, y no se merecía ese desprecio…
Analicemos:
Volvamos a vernos jóvenes, atrayentes. Su mirada convergía en nosotras. Éramos la dueña de sus sonrisas, las destinatarias privilegiadas de sus suspiros. Y luego, qué pasó? Toda una vida de transformaciones. Los hijos, los quehaceres domésticos, las camisas que planchar y las rutinas diarias fueron opacando la seducción. La relación se fue tornando más mecánica y previsible. Los diálogos se acortaban. Ya no había tiempo para arreglarnos. Los chicos demandaban todo el tiempo. Poco nos quedaba para nosotras.
Nos parábamos frente al espejo y queríamos huir. Sólo íbamos mirándonos por partes para no vernos toda entera y asustarnos. La cara, para pasarnos la crema a la noche, también mecánicamente; la cabeza, para cepillarnos el pelo. Una mirada rápida de cuerpo entero para ver si no nos había quedado algún manchón en la ropa de la comida de los chicos, antes de salir. Tratábamos de no prestarle atención al rollito que empezaba a dificultarnos a la hora de ponernos el pantalón que ya nos iba quedando chico. Nos poníamos una blusa amplia para ocultarlo. Un peinado rápido, nada de peluquería. Y él? También se había avejentado. Pero todo seguía su inercia hasta que lo descubrimos mirando a esa mujer y nos cayó toda la información junta sin que la pudiéramos procesar. El tiempo!!! El tiempo que había pasado desde la última vez que nos sentimos deseadas, las arrugas que se habían instalado en nuestro rostro… Sigo?
Mi querida lectora: antes de que me grites un insulto. Detente!!!
Si pudimos reflexionar juntas hasta acá, veamos qué alternativas tenemos. Quedarnos en la queja hasta que sea muy tarde y nada pueda hacerse? Es cómodo. Nos victimizamos y ponemos toda la responsabilidad afuera. En él, en los años, en la derrota del tiempo, intentando retenerlo con la maniobra de hacerlo sentir culpable, como hizo Sofía con su reproche. Pero qué clase de vínculo conformaremos con él de ese modo? Tendremos solamente un hombre acabado a nuestro lado que se queda con nosotras por obligación y falsa gratitud.
O tomamos cartas en el asunto e intentamos volver a seducirlo? Cómo?
Seduciéndote a ti misma. Siendo un poco egoísta y buscando espacios propios que te hagan sentir plena nuevamente. Haciendo algo para ti, que te enriquecerá por dentro, y eso se notará por fuera. Podrás, al recibirlo, hablarle de otras cosas que no sean las rutinas domésticas, y se reinstalará el diálogo. Puedes tomar un curso de algo postergado, hacer gimnasia, reunirte con amigas. Y, si tienes que salir, obviamente empezarás a ocuparte un poco más de tu imagen (qué negarlo, nos vestimos y nos arreglamos muchas veces para mostrarnos frente a otras mujeres amigas, no es así?). Y esa sana competencia con nuestras pares hará que empieces a tomar conciencia de cómo verte bien y de estar mejor contigo misma.
No podrás volver atrás, desde ya, pero podrás redescubrirte y valorarte en tu madurez. Encontrarte con nuevos modos de seducción. No hace falta que lo hagas sola. No pienses que solamente a ti te pasa. Todas pasamos por esto y no está mal buscar ayuda. Alguien que comparta tus códigos, que entienda tus problemas, con quien hablar de tus inseguridades. Es el momento adecuado para empezar una terapia en donde encuentres un espacio en el quepuedas dialogar para recuperarte como mujer. Para redescubrirte, y también para reinventarte en esta nueva etapa, sin tantos pudores y sin inhibiciones tontas. Alguien que te ayude a vencer tus inseguridades. A encontrarte con ese ser especial y único que vive escondido en tu interior.
De a poco, paulatinamente, sin demandarle nada, lo verás más interesado en ti. De nuevo. Pero sin reproches.
Podrás también recuperar tus espacios de intimidad con él. Cómo? Con rituales. Preparando una noche para ustedes solamente, una vez por semana: Podrán salir, ir a tomar algo juntos (sin los chicos, por favor!). Solo ustedes dos. O podrás armar esa noche especial en tu propia casa. Pondrás velas, te comprarás una ropa íntima sensual con la que te sientas a gusto, te maquillarás para él, podrás preparar una cena ligera y sensual, armonizar todo con una buena música, acompañar la velada con algún vino espumante, y simplemente dejarte llevar por lo que sientas. Pero todo de a poco, preparando el espacio, ganándose ese espacio para ambos que luego no deberá perderse. Armándolo juntos, recuperando la sensualidad, redescubriendo sus cuerpos, besándole cada arruga, cada rollito, sin pudores, que en cada pliegue del cuerpo está escrita nuestra propia historia, y esa historia vale; es la traza de nuestro camino recorrido. Dejándolo a él jugar sus fantasías contigo, paulatinamente. Hablando de lo que sienten, de lo que quieren, de lo que desean, de lo que fantasean, para poderlo jugar de a dos en ese espacio privado que podrán ir recuperando o quizás, armando por primera vez, con la madurez que te aportan sabiamente tus años vividos, que te jugarán a favor en esta etapa, y no en contra como venías sintiendo erróneamente.
Eso permitirá que vuelvas a ser la mujer, no solo la esposa, o la madre de sus hijos. Luego, cuando ellos marchen del nido, tendrás a un hombre y no estarás asfixiando a tus hijos para llenar el hueco que te dejaron al partir. Recuperarás tu pareja, tu ser mujer y podrán volver a encontrarse con adicionales nuevos, producto de la madurez y de la nueva etapa, tan rica, que se avecina, juntos.
Aceptarnos tal como somos, intentando ir modificando amorosamente, con respeto por nuestros tiempos, aquellos aspectos que nos causan dolor, para sentirnos más plenos, es empezar a aprendernos a amar. Y cuando uno aprende a amarse, es más fácil descubrirnos amando a los demás del mismo modo.
Vida o muerte. Un debate diario. Una elección cotidiana. En cada decisión, se juega la partida y se apuesta. Lo que nos mantiene cohesionados se supone que nos ata a la vida: los proyectos, la familia, los amigos. Pero a veces también a la autodestrucción, ya que con la misma tenacidad, en ocasiones, nos aferramos a síntomas, a hábitos o a vínculos nocivos. O sea que también la cohesión nos ata a veces a la autodestrucción, no a la vida.
No es entonces en la cohesión donde se ve la tendencia a la vida. Cuando apegarnos a vínculos patológicos nos da sentido de identidad y de pertenencia, pero nos va minando lo más auténtico que tenemos, que es nuestra legítima esencia que pugna por ser, por expresarse, por ser reconocida, por tener un lugar para expandirse.
¿Pero qué es esa, nuestra esencia, sin un otro que la confirme?
No basta sólo con ser uno mismo si no hay un ser en la mirada del otro. Vale decir, si no contamos entre aquellos que nos rodean, con el reconocimiento de nuestra auténtica identidad, sin necesidad de sobreadaptarnos para encajar todo el tiempo, sumisos al deseo de los demás.
Somos engranajes, partes de un Todo mayor: nuestra familia, nuestro círculo de amigos, nuestro círculo social, etc. Y así como enfermamos cuando alguna de las partes que integran nuestros sistemas fisiológicos se desarmoniza, también enfermamos cuando nosotros, como individualidades, no logramos integrarnos armoniosamente a alguno de los sistemas a los que pertenecemos, cuando algún otro muy significativo nos desacredita, nos niega nuestra propia identidad o nuestros deseos, o nos excluye.
Y entonces, qué hacer?
Son varias las alternativas posibles que a veces, a tientas, implementamos. Lo más fácil: depositar la culpa en otro. Victimizarnos pasivamente desde la queja. En un falso giro, tratamos entonces de cambiar al otro. Inútilmente. A veces lo logramos y generamos a un otro sobreadaptado y sumiso a nuestra voluntad. Y no nos sirve, ya que a la larga deberíamos modificar a todo un entorno. Entonces bajamos los brazos, nos sobreadaptamos nosotros, amoldándonos a lo que se espera que hagamos. Tampoco sirve; si cedemos demasiado nos terminaremos ahogando en la soledad de la autoinsatisfacción.
Pero el costo de mostrarnos con autenticidad también suele generar rechazos que nos vuelven a sumir en la soledad. Y entonces podemos resignarnos a perder la pertenencia a los círculos que nos dieron cabida pero que fueron nocivos para nuestro crecimiento, a favor de nuestra propia individuación. Y tratamos de integrarnos a otras redes donde se genere pertenencia pero desde el reconocimiento recíproco, no la mera pertenencia por apellido, por sangre. Esas redes a veces son entramados poco consistentes que pueden diluirse con el tiempo: redes de amigos que se pierden, de grupos que se acaban.
A veces generamos entramados resistentes que soportan los envistes del tiempo, y hay amigos que permanecen, vínculos elegidos que subsisten, parejas que permanecen a pesar de los cambios que se van generando en virtud al crecimiento de ambos. Siempre y cuando no se dé la paradoja de creer armar con un otro un espacio propio hecho a la medida de la propia elección, en donde no terminemos descubriendo con el tiempo que hemos repetido las mismas pautas inconscientes, los mismos modelos de relación no satisfactorios, aprendidos, grabados a fuego en nuestra infancia, que creíamos haber dejado atrás. De ser así, caeríamos nuevamente en el vacío de la soledad. Nos daríamos cuenta de que en todo el trayecto recorrido bajo la aparente luz del autoconocimiento, fue muy poco lo que logramos aprender de nosotros mismos y modificar con profundidad.
Y en estas idas y vueltas sigue nuestra batalla entre la vida y la muerte. Entre seguir adelante buscando, bajo la luz de la esperanza, nuevas formas más placenteras y menos dolorosas de andar el camino. O caer, eventualmente, en la repetición de modelos nocivos que nos atan a hábitos que nos conducen al dolor y a la frustración, hasta el momento de luz en que podamos elaborarlos y trascenderlos, aprendiendo a no repetir la pauta, a auto-observarnos con amor y tolerancia, para ayudarnos a nosotros mismos, y no desde la autocrítica, a avanzar en la senda de nuestra individuación.
En estas pequeñas batallas privadas y cotidianas, descubro que la clave está,nada más y nada menos, en que no hemos aprendido a amar. Menos aún a amarnos. En este interjuegode exigencias recíprocas a los otros y de los otros, nos ha quedado, tal vez, el aprendizaje del deber hacer o del deber ser en vez del de amar y aceptar.
A-mor, que significa sin muerte. Amar, que no es querer, porque al querer, necesitamos, poseemos egoístamente, por nuestra propia inseguridad, sin pensar en lo que el otro verdaderamente siente o necesita, y sin pensar en lo que verdaderamente necesitamos, para tratar entonces de lograrlo y al hacerlo, soltarlas amarras de la dependencia infantil, y madurar como adultos.
Muchas son las cosas que aprendimos en la infancia: a depender, a necesitar, a satisfacer, y quizás así establecimos luego nuestras demandas hacia los demás. Pero la enseñanza básica, la única enseñanza válida: aprender a amar. ¿cuánto tiempo le hemos dedicado a aprenderla? ¿Cuánto esfuerzo? O, más aún, ¿Nos hemos planteado alguna vez la necesidad de aprender a amar?
Grupo Operativo bajo el marco del Análisis Transaccional
El día 20/10 comenzará un nuevo grupo operativo bajo el marco del Análisis Transaccional. No se tratará de un curso, sino que, amparados en la teoría de Berne, se abordarán los tipos de interactuaciones que establecemos con los demás, desde el estado YO-adulto, Yo-padre y Yo-niño.
No se requieren conocimientos previos, pero para aquellos con conocimientos de grafología, se puede articular en otro horario el estudio del correlato gráfico de cada estado en la escritura de un consultante.
Días: lunes de 16,30 a 18,30 hs. Lugar: Av. Eva Perón al 4300-Floresta-Capital Federal Informes e inscripción:grafosintesis@yahoo.com.ar
Marco Teórico:
El análisis transaccional es un sistema de psicoterapia individual y social que se engloba dentro de la psicología humanista. Fue originado por el psiquiatra Eric Berne en los años 60 en Estados Unidos, quien lo divulgó con su libro Juegos en que participamos.
El Análisis Transaccional, a nivel funcional, nos facilita analizar las formas en que las personas interactúan entre sí, mediante transacciones psicológicas, con sus estados del yo Padre, Adulto y Niño, aprendiendo a utilizar el primero para dar cuidados, el segundo para individuarnos y el tercero para buscar y recibir cuidados, tanto en nuestra interacción con los demás, como también en nosotros mismos, creciendo en el logro de una personalidad integradora.
A nivel profundo, nos facilita dejar el guión psicológico que decidimos en la infancia bajo la influencia de las figuras parentales y de autoridad, pero que fue necesario para sobrevivir y que podemos aún estar siguiendo de forma inconsciente. Al dejar el guión, dejamos también de jugar los juegos psicológicos que lo refuerzan, pudiendo entonces usar integradoramente nuestra capacidad de pensar, sentir y actuar, al servicio de un vivir saludable.