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GRAFOSINTESIS: Psicología y Grafología por Claudia Gentile
Blog de Psicología Analítica Junguiana y Grafología, con artículos, notas, y libros para descargar gratis.
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Lic. Claudia Beatriz Gentile

Soy Lic. en Psicología clínica con orientación junguiana, Grafóloga Pública (Emerson). Soy Astróloga con 20 años de experiencia y ejercicio.

Brindo terapias psicológicas analíticas tendientes a la individuación - Temas de género- Terapia de parejas - Talleres de autoconocimiento sobre la conformación de la femineidad - Grupos de reflexión - Grafoterapia.

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Artículo extraído del blog GRAFOSINTESIS, de Claudia Gentile,
http://www.grafosintesis.fullblog.com.ar

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Nido Lleno

28 de Mayo, 2011  ·  Reflexión


Se levantó sin ánimo

de afrontar mañanas,

desahuciado de lunas

que no amanecían.

 

Silencioso partió

mientras ella dormía.

Y se fue, desenredando

historias que se repetían.

 

Rememorando infinitas

auroras no compartidas,

mientras volvía al silencio

de su casa vacía.

 

Y se durmió al abrigo

del primer haz de luz;

amanecía otro día.

 

Que disipaba las sombras

de otra noche perdida.

Otra hebra de historia

que se enredaba en su vida.

 

Se durmió planeando

otra nueva aventura,

y se soñó regresando

a su casa y a oscuras.

 

Y vio al despertar a su madre

que el desayuno le ofrecía

mientras amorosamente

por su llegada tarde

lo reprendía.

 

                Cuarenta otoños lo atrapaban

                             en un letargo

                      del que no despertaba.

 

Y lamentó haber contribuido

a que su padre se marchara,

 

 se soñó marchándose él,

 

y se despertó en su propia cama,

junto a su café con leche humeante

y a sus cuatro tostadas.

                                             Claudia Gentile  28/05/2011

Responsabilidad compartida: hacen falta dos para prolongar una simbiosis.
Hoy me gustaría reflexionar sobre un tema bastante común en la actualidad. No sé si llamarlo directamente Edipo no resuelto en el hombre, o adolescencia tardía, o insatisfacción femenina tras el divorcio, o parentalización de un hijo, o imposibilidad de afrontar el nido vacío. Muchos nombres, un mismo drama.
Analicemos la génesis. Voy a armar una historia que va entramando esta situación que traté de reflejar en el poema:
Una mujer que, por distintas causas (ese es otro tópico que sólo abordo de soslayo hoy), se queda sola de hombre. Y dicho así puede entenderse como que se divorció, enviudó, tuvo o tiene un marido que no la mira por estar ocupado en otra cosa. La cuestión es que ella se siente insatisfecha con su propia vida y se dedica solamente a un hijo varón en particular. Este niño la completa, es el centro de su vida. Incluso puede hasta victimarse ante este hijo y el hijo se siente en la obligación de sostenerla de algún modo, de defenderla, de sostener esta mirada de amor puesta sobre él, o de cuidarla si está enferma o si procura estarlo incluso, para retenerlo.

No importan los detalles. Lo importante es que quedan detenidos ambos en un vínculo estrecho que se prolonga, que no permite la exogamia del hijo, o sea, la partida del hijo del hogar.

El hijo también hasta puede aprovechar esta situación porque se siente cómodo en el nido. Lo atiende, le cocina, lo espera. Pero lo ahoga. Esto genera en él un sentimiento ambivalente: Por un lado de rechazo y fastidio por tanto pedido de rendir cuentas (odio), como si fuera un niño; pero de amor por otro lado, ya que recibe todas esas atenciones de ese ser aparentemente incondicional. Y digo aparentemente porque la condición es que él siga siendo dependiente de ella y ella de él. Nada más ni nada menos que éste es el precio para él de esta seguridad.
Mientras tanto, cada novia que él trae es un desastre a los ojos de su madre. Obviamente, entra en competencia con ellas porque quiere ser la única mujer en la vida de su hijo. El hijo por otro lado, lo exprese o no, se decepciona de cada dama que no le brinda la atención absoluta que le brinda su madre e internamente las compara.
Si logra cortar este vínculo en la superficie y se marcha a hacer su vida, las manipulaciones de la madre se harán sentir. Le dirá que la deja sola, que un día la va a encontrar muerta, lo llamará muchas veces por día, lo tratará de hacer sentir culpable, le hablará mal de su nuera... muchas variantes podría enumerar.
Y es que cuando un Complejo de Edipo se resuelve bien, hay algo que opera de corte, habitualmente el padre, para que la mirada de la mujer deje de estar depositada en ese hijo que la completa y se vuelva a posar en su marido. Si no hay marido, pues la mirada de la mujer debería posarse en sus propios intereses: su trabajo, su profesión, sus actividades, o sobre otros afectos como amigas, parientes, o cualquier foco de atención de su entorno. Ahora, el problema es cuando la mujer no suelta al hijo porque no armó vida propia y lo único que la llena es el hijo.
Y esta dependencia, que fue vital y necesaria cuando el niño aun no podía valerse por sí mismo, se prolonga más allá del momento adecuado de la exogamia.

El hijo suele contribuir en muchos casos a “matar” al padre (parricidio) para quedarse en su lugar, en vez de identificarse con este padre para salir al mundo a encontrar una mujer “como” la madre, y no a la madre.
Es que muchas veces, estas mujeres tuvieron una relación conflictiva con su marido y se refugiaron en su hijo, le contaron los pormenores de las peleas entre ellos, se victimizaron, entonces el hijo sintió la obligación moral o el pedido directamente, de rescatar a la madre de los aparentes abusos del padre (esto es parentalizar a un hijo, o sea, ponerlo en relación de pareja parental, de padre) . Y ahí es donde queda abrochado simbólicamente como esposo de la madre, no como hijo. Y suelen ser mujeres de poco entorno social, cerradas, sin intereses propios, relegadas a su hogar que, como ellas no salen, impiden también que el hijo salga y las deje. Dos abandonos no pueden soportar. Dos fracasos no pueden metabolizar.
Para reflexionar sobre estos temas, sobre el costo de prolongar este tipo de vínculos patológicos…

Lic. Claudia Gentile
Psicóloga clínica con orientación junguiana- Grafóloga pública – Astróloga

Terapias psicológicas - Cursos de grafología - Talleres de autoconocimiento - Grupos de reflexión - Grafoterapia.

mail: grafosintesis@yahoo.com.ar
tel.: 4672-4423 y cel.: 153-343-3665
Skype: usuario: grafosintesis.
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Cambiar la piel: Una reflexión sobre los apegos y los arraigos.

19 de Mayo, 2011  ·  Reflexión
El síntoma es insidioso. Insiste, insiste... Parece el pájaro carpintero que, como en la publicidad, te taladra el cerebro. Pero muchas veces no es tan gráfico, y no te taladra el cerebro, sino que te muerde el cuerpo de distintas maneras.
Lo hace de maldito que es? Lo querés correr y entonces es cuando más se esfuerza en permanecer ahí, silente pero hablando a gritos.
 Pero claro, hay que ser semiólogo y saber interpretar su idioma. Y no nacimos políglotas. Habla en un lenguaje que no se esmeraron en enseñarnos con tanto ahínco como nuestra lengua materna.
Y se va aprendiendo de a poco esa semiología que permite, al menos en un primer momento, verlo como signo: una tos persistente, una idea que nos hace ruido pero no podemos terminar de entender, una enfermedad que ya se hizo crónica…de tanto insistir en que la atendamos. Y si nos quedamos atendiendo el signo, tratando de ponerle un parche a la consecuencia en vez de atacar la causa, perdemos. Seguirá insistiendo en mostrarse. Y es que el signo es solo lo que aparece en la superficie. Al adentrarnos más en nuestro estudio de semiólogos de nosotros mismos, debemos llegar a entender al signo encubriendo un símbolo. O sea, si nos quedamos tratando de entender un sueño desde la superficie de lo que las imágenes nos muestran, nos quedamos perplejos sin entender nada. Nos quedamos en tratar de entender esos signos en un solo sentido y plano encima. Qué querrá decir que se derrumba mi casa, si mi casa está bien? Ahora si al signo “casa” le asignamos otras dimensiones más simbólicas, el análisis cambia y entonces el inconsciente logra llegar a decirnos lo que nos quiere decir. Y ahí entonces, al leer el sueño como metáfora de otra cosa, lo entendemos. Con las parábolas pasa lo mismo: “Por los frutos los conocereís”. Si lo leo en plano, digo: obvio, veo una pera y sé que se trata de un peral. Pero si esto lo leo como símbolo y entiendo que frutos aquí está en equivalencia a acciones, conductas, puedo entender la cosa en un sentido más abstracto, más abarcativo. Y si sigo profundizando más aún, le voy sacando todavía más significados y entendiendo más mi realidad al extrapolarlo.
 
El síntoma… entonces, es puro signo? Si lo veo así, seguirá insistiendo, forzándome a desplegarle más significados hasta que entienda y logre ver lo que subyace, analice el error, reformule mis creencias o mis posturas, y tras este baldazo de agua fría que recibo al darme cuenta, cambie aquello que lo genera. Entonces desaparecerá porque ya aprendí lo que tenía que aprender.
Si no lo hago, seguirá insidiosamente molestando, y yo me preguntaré por qué sigo eligiendo los hombres que elijo, los amigos que elijo, los trabajos que elijo, o sea, por qué sigo tropezándome siempre con el mismo tipo de piedras. O por qué me operé de esto y aparece otra cosa en otro órgano o en el mismo a veces? Por qué tomo el jarabe para la tos, se alivia, pero después me empieza a doler la garganta…?
Puedo pasar por victimizarme y achacarle la culpa a lo malo que son los demás conmigo, al tiempo frío, a que el médico es malo, a que el terapeuta es malo porque yo no cambié nada desde que voy y ya le pagué una fortuna, a que el medicamento no es eficaz. Primer momento, negar y proyectar lo malo afuera. Esto, si también lo puedo ver como signo, puedo adentrarme un poco más en que es símbolo de otra cosa: de que estoy poniendo algo afuera, estoy responsabilizando a un objeto externo a mí, y sabiendo esto, puedo recuperar esa proyección y verme, desde una zona testigo de mí misma. Como si desde adentro viera a mi “víctima” quejándose y entrara en diálogo con ella y le dijera: “ Te quejás de eso que ponés afuera, enterate que es tuyo y resolvelo para que deje de aparecer en el afuera.”
Una vez recuperado esto, viendo ese signo en su valor metafórico, simbólico, ese otro malo sobre el que depositaba todas las culpas se torna en maestro. Me enseña, me muestra, puestas en otro, las partes mías negadas y proyectadas que tengo que recuperar para poderlas trabajar y entonces, cambiar la piel.

Cambiar la piel es otra metáfora que presupone hacer un cambio subjetivo, abandonar una conducta, una cognición, una creencia; en definitiva, desapegarme de aquello que me ataba a un sufrimiento que no es gratuito, pero que sí es innecesario una vez resuelto. Cambiar la piel no significa cambiar mi esencia, dejar de ser yo misma. Cambiar la piel es podar las ramas viejas, no arrancar el árbol y plantar uno nuevo. Me desapego y cambio de piel. Quedo expuesta, a mí misma, al otro si me está ayudando, y me permito mostrarme. La piel nueva es todavía vulnerable, no tiene callos, no está probada. “Mejor malo conocido que bueno por conocer”, me dicen mis miedos, me dicen mis viejos hábitos apegados a la seguridad de lo conocido, aunque esto sea el dolor o la insatisfacción. “Que cambie el entorno, cambio el médico, cambio la pastilla, que cambie mi marido, mi jefe, mi hermano. Yo soy así y no voy a cambiar, la culpa la tiene otro”, le responde mi piloto automático que es más vago y miedoso que un chico asustado. Son las ramas viejas que se resisten a que las pode y se aferran a la vida.

 
Cambiar la piel equivale a echar una nueva rama. Soy el árbol, no la rama que estoy podando. Cambio la piel pero el cuerpo que está debajo sigue siendo el mío. La rama nueva que empieza a crecer por debajo es todavía tierna, vulnerable y hay que cuidarla. Pero es lo que nos permite ir viéndonos desplegar nuevos potenciales que estaban latentes, con energía para aflorar y crecer en la medida en que le diéramos la oportunidad y el espacio. Podar las ramas viejas no implica desarraigarnos, cambiar el árbol por otro. Todo lo contrario. Al podar el árbol le permitimos recibir más sol y fortalecemos más nuestras raíces. Ya que las ramas nuevas son esos potenciales que pensábamos que no teníamos y que comprobamos que tenemos y que damos frutos nuevos. Y entonces comprobamos que nos apegamos a lo viejo en vez de fortalecer nuestro propio arraigo en nuestras capacidades latentes.
 
Y todo lo nuevo genera ansiedad, porque es entrar en lo desconocido.
Hacia adentro? Obviamente, entrar en lo desconocido de nosotros mismos, en la sombra, genera miedo. Si lo desconocido es justamente aquello que negamos de nosotros mismos y que se ve tan clarito en nuestras proyecciones sobre los demás. Este es el primer paso de nuestro semiólogo en su propio trabajo de campo. Desentrañar lo simbólico a través de la autoobservación.

Hacia afuera? Probando conductas nuevas producto de este saber nuevo sobre nosotros mismos que hemos ido develando, y que nos permite encarar nuevas actividades, ya con la seguridad de hacerlo desde una piel nueva que se permite, con cuidados, arriesgarse a salir al mundo para ir formando una dermis más resistente y menos vulnerable. Una ramita que se muestra al sol para crecer con más energía, y se resguarda de las inclemencias con la autoprotección de sabernos los cuidadores de nuestro propio árbol.
 
Nadie dijo que fuera fácil crecer...
         
      Busqué en sueños
desenterrar la raíz de mi árbol,
para saberme;
y casi muero.
 
Con infinito amor
debí cubrirme,
dejar que el rocío me bañara.
Desenredé mis ramas
para recibir más luz.
Y así, entonces,
fortalecí mis raíces,
y logré saberme.
                                           Claudia Gentile 28/9/93
 
Lic. Claudia Gentile
Psicóloga clínica con orientación junguiana- Grafóloga pública – Astróloga

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La grafología y la teoría del apego

15 de Mayo, 2008  ·  Reflexión

Introducción

 

      En este pequeño artículo quisiera establecer una correlación, a modo de hipótesis,  entre los significados grafológicos de los márgenes derecho e izquierdo y la inclinación de la letra por un lado, y la Teoría del Apego de John Bowlby, por el otro.

      Es, desde ya, un tema que excede el recorte que he efectuado, pero abre la posibilidad de un más amplio estudio que pudiera efectuarse al respecto. Vale decir, el tema no se agota en este recorte. Hay otras variables que corroboran esta hipótesis que no he tomado en consideración en esta oportunidad. Vaya pues este trabajo a modo de introducción al tema, especialmente dedicado a mi profesora de Clínica de Niños, la Lic. Alicia Fagliano, aunque no esté de acuerdo con mi enfoque epistemológico, pero fue ella la que me introdujo a estos conceptos y por ello, mi agradecimiento.

 

Evaluación grafológica

 

      Cuando estamos frente a un escrito, la línea vertical que se puede trazar a partir del margen izquierdo dejado por el escritor es muy significativa. Este margen nos revela qué tan apegada está la persona al pasado en general, a su origen,  más específicamente; nos muestra el tipo de vínculo que mantiene con lo que, ya de adulto, representa simbólicamente la introyección del vínculo materno que construyó tempranamente con su madre o con el cuidador que cumplió esta función. Así, un escrito que deje escaso o ausente margen izquierdo, nos revelará que se trata de una persona con mucha necesidad de ampararse en vínculos familiares estrechos, entre otras cosas.

 

Margen izquierdo

 

    M.I. pequeño             M.I. normal              M.I. amplio

 

      Veamos otro género escritural: la inclinación de las letras según su eje vertical. Evaluaremos entonces si todas las letras que lo presentan, por ejemplo, las t, las f, las p, todas con estructura vertical, tienden a inclinarse a la derecha, a la izquierda o están a 90º, verticalizadas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

      Este rasgo nos dirá la tendencia del individuo a vincularse con objetos externos ajenos al entorno íntimo (cuando están los ejes inclinados a la derecha), a tender más al vínculo con personas de su entorno íntimo familiar y con el pasado (inclinación hacia la izquierda), o a mantener una postura más neutral y controlada cuando la letra tiende a la verticalidad.

 

Margen derecho y la capacidad exploratoria

 

      La línea que puede trazarse siguiendo el último trazo de cada renglón del lado derecho nos muestra el margen derecho del escrito. Este margen, en este recorte sintético que estoy efectuando, nos indica el grado de vinculación con el futuro, la capacidad exploratoria del individuo, la relación con los otros ajenos al grupo familiar, el vínculo social que establece la persona con el mundo.

 

Breve recorte de la Teoría del apego

 

La teoría del apego de Bowlby plantea que si durante la conformación de los primeros vínculos de la persona, la madre pudo estar presente facilitado un apego seguro emocional del niño hacia ella, aquél entonces habrá sido capaz de sentir confianza en el vínculo, comprobando que la presencia materna estuvo cuando la requirió. Cuando se consolida este vínculo y se internaliza esta presencia, los niveles de angustia ante lo desconocido descienden, posibilitando al niño empezar a deambular y explorar su entorno, con la seguridad de saberse cobijado por este vínculo cada vez que algo lo atemorice y quiera regresar.

      Vale decir, un niño que pudo construir un vínculo de confianza con la madre, y no quedó sofocado por el apego a esta figura, ni desatendido, sino que por el contrario, fue la madre quien le posibilitó un paulatino despegue seguro de su regazo para facilitarle la exploración de lo desconocido, entonces con seguridad, esta madre le dio paso al padre para que cumpliera su función: participar en esta díada madre-hijo, triangularla para cortar este lazo tan estrecho, y constituir este segundo apego a la figura paterna que es el simbólicamente le abre las puertas al niño para que pueda salir de este entorno cuidado del hogar y le muestra el mundo exterior. La madre, luego de permitirle al niño la conformación de este primer vínculo, le pasa entonces la posta al padre, que es quien le amplía las dimensiones del territorio a explorar, y le muestra un mundo más amplio que excede el territorio de lo familiar y abarca y amplía lo social, lo externo, los nuevos contactos,  la cultura.

 

Vinculación con la grafología

 

      Volviendo a la mirada grafológica, y analizando la relación de estos dos aspectos gráficos-márgenes derecho e izquierdo e inclinación-, podemos hacer un recorte en el análisis global del escrito para tener un panorama general del tipo de vínculos que grabó como su propia modalidad vincular el escribiente ya adulto.

 

Dos combinaciones posibles

 

Margen izquierdo ausente o muy pequeño, letra inclinada hacia la izquierda, margen derecho amplio:

 

      La persona estableció un vínculo de apego muy estrecho con su madre, con una gran necesidad de vinculación con ella; una dependencia que impide su capacidad exploratoria hacia el ámbito representado por el margen derecho. El exceso de dependencia impidió que se estableciera un pasaje al apego paterno. Esto imposibilitó una adecuada salida al mundo fuera del hogar. Podremos luegobuscar en el escrito signos que confirmen: inseguridad, timidez, desconfianza, miedo a los contactos sociales, necesidad de resguardo y protección, dependencia, desconfianza hacia las relaciones con los hombres, inmadurez emocional, narcisismo, entre otros.

Otro rasgo que está íntimamente vinculado a esta mirada sobre lo vincular lo conforma la presencia de letras adosadas. Son aquellas que no dejan espacio entre sí, dos   letras dentro de la palabra que aparecen una montada sobre la otra. Si hay una constancia en la aparición de letras adosadas en un escrito con estas características de apego dependiente, ellas confirman la necesidad de establecer contactos simbióticos con los demás, o sea un grado de dependencia excesivo de la persona, consecuentemente una baja autonomía, inmadurez emocional, nula individuación.

 

Ejemplo de letras adosadas. Ver la palabra “mamá”.

 

Margen izquierdo normal, letra inclinada hacia la derecha, margen derecho pequeño a normal:

 

En este caso se daría el fenómeno contrario: la persona se sintió segura en su vínculo con una madre que estuvo presente cuando se la requirió, en cuyo caso la impronta de vínculo seguro quedó grabada en el individuo, que pudo pasar disminuyendo el apego a la figura materna, a un apego a la figura paterna que le permitió explorar lo desconocido ajeno al ámbito del hogar. La función paterna fue facilitada por esta madre y la persona pudo salir a establecer contactos sociales adecuados, proyectarse al futuro con confianza, establecer relaciones adecuadas con el sexo masculino, desarrollar sus capacidades cognitivas explorando con placer aquello que desconoce, plantearse proyectos posibles, lograr autonomía;  o sea, proyectarse a lo que implica entonces el margen derecho.

Estas son solo dos alternativas de otras tantas combinatorias posibles. Podría agregar que cuando la inclinación es oscilante, vale decir, cuando coexisten los tres tipos de inclinación en un mismo escrito, el vínculo de apego ha sido ambiguo. El niño no habrá tenido una madre constante en sus afectos y en su presencia. Como consecuencia de esto, el modo de establecer vínculos del adulto tenderá también a la ambivalencia emocional, pasando de la necesidad de confianza en el otro a la desconfianza. Seguramente esto se verá reflejado en el tipo de margen derecho que efectúe. Es factible encontrar entonces un margen derecho irregular que también reforzará la significación de ambivalencia afectiva que hemos mencionado.

 

 

Claudia Gentile

Grafóloga Pública

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