Letra g. Entramos al escabroso mundo del tabú. Uy! Con qué nos encontraremos? Pues nada más ni nada menos que con la economía libidinal de la persona. Con su conexión con el placer del cuerpo. Pero, esto se remite sola y exclusivamente a lo que la persona hace en la intimidad con otro?
Pues no.
Me gusta más enfocarlo desde la perspectiva junguiana desde la cual hablamos de libido como de energía psicofísica. Entonces veremos cómo se conecta esa persona con su propia vitalidad y cómo la canaliza.
También podemos verla como la conexión con su propio cuerpo y con la forma de recibir las sensaciones que el cuerpo le transmite. Si las jambas son afiladas, terminadas en ángulo, la represión del deseo puede deberse a la supremacía de la zona superior, proporcionalmente mayor, regida por el deber que dicta la razón, relegando el placer corporal al último lugar. El deseo es relegado por el deber, que se prioriza. Y quedarán relegadas incluso necesidades básicas de confort, de bienestar corporal a instancia de la voluntad que impulsa al individuo a cumplir con metas autoimpuestas, descuidándose a sí mismo las más de las veces (aquí comprobamos la otra cara del Super Yo, la faceta autopunitiva y sádica que, desde adentro, nos castiga y nos sabotea el disfrute si no cumplimos con sus mandatos). Y en esta bolsa también caen las necesidades sexuales.
Esto se debe necesariamente a las circunstancias que está viviendo el individuo?
Puede que sí, puede que no. Si ya es una característica intrínseca de la personalidad, veremos individuos que no pueden relajarse y disfrutar porque siempre se están exigiendo superarse, y en ello se juega toda su voluntad. Relegan descanso, fines de semana en pos del trabajo. Neg-ocio. Pura negación del ocio. Negación del placer. Solo satisface el logro cumplido.
Puede que no sea una característica estable sino una adaptación de la economía libidinal durante una etapa muy exigida y estresante por la que atraviesa la persona temporalmente. Sabemos que los momentos que más energía exigen de nosotros hacen que quitemos energía de otras cosas. No es ilimitada. Y si hay preocupaciones laborales, afectivas, seguramente toda la energía estará puesta en esos conflictos sin que quede mucha energía disponible para el disfrute. Y la primera función que se altera en situaciones estresantes es la sexual. Pero aquí de nuevo abramos el espectro. El deseo cede su paso al deber. Se reprime, se angosta la zona inferior y puede desplazarse la energía a zona superior. La razón deberá ponerse al servicio de la realidad para atravesar la etapa conflictiva. O sea, alianza de zona superior (Super Yo) con zona media (Yo), a expensas del deseo (Zona inferior, Ello). Se posterga la satisfacción del deseo para cuando se haya cumplido con los mandatos de la realidad y del deber.
Como corolario, nunca deberíamos analizar un escrito sin ver la dinámica que se está jugando entre el individuo y su medio ambiente. Las circunstancias que está atravesando que hacen que se genere un cierto equilibrio adaptativo interno para hacer frente a las circunstancias externas. Yo soy yo y mis circunstancias, diría José Ortega y Gasset.
Tampoco analicemos rasgos aislados sin ver cómo juegan en la dinámica de la personalidad. Cada rasgo engrana con otros. Los complementa, los contradice a veces (de eso se trata una neurosis, de juegos de contrarios que intentan resolverse). Y aún siendo contradictorios, tienen un sentido que todo el escrito y su análisis irá desentrañando.
Letra g con jamba estrecha en su anchura*
Característica: la jamba no llega a tener un ancho armónico con el resto del escrito por su falta de “luz” o apertura en el trazo que desciende y asciende a partir del óvalo.
Aspecto actitudinal: Timidez sexual. Represión de los propios instintos incluso de la imaginación sexual, es como si se autocensurara todo el tiempo. No disfruta de las fantasías.
Letra g con ángulo en la base*
Característica: sin importar el largo se observa un ángulo en el extremo de la jamba
Aspecto actitudinal: insatisfacción. Frigidez. Temores. Represiones por miedos. Poca capacidad para disfrutar.